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Un lugar de encuentros y desencuentros

  • Karen Pinto
  • 23 nov 2017
  • 12 Min. de lectura

En la carrera Séptima con calle 21, al lado de la obra distrital que ha estado desarrollándose en los últimos meses, se encuentra lo que parece un portal a otra dimensión, después de varias vitrinas llenas de postres y galletas hay una puerta que conduce a la calma y la serenidad de una pastelería, atraídas por el olor característico de pan recién horneado y chocolate caliente entramos a lo que sería una máquina del tiempo que nos transportó a una década que no es de este siglo.

Atravesamos la puerta, atrás queda el sonido del quebramiento de asfalto y la prisa de la vida capitalina y se empieza a sentir una energía de calidez. Con uniformes pulcramente portados, varios meseros nos atienden y nos dirigen a un lugar donde esperar cómodamente a Elsa Martínez la actual dueña y administradora de la pastelería ´Florida´.

Despertando de la ensoñación podemos fijarnos de todos los detalles de la decoración del salón, predominando los colores cálidos, las sillas que tienen tela anaranjada que hace juego con la iluminación de focos amarillos y para llenar el ambiente una suave música hace presencia; parece que el tiempo no avanza y que los 13° Celsius de hace un momento solo eran una ilusión que se acabó al cerrar la puerta.

Estamos sentadas en unas tradicionales sillas de madera esperando, cuando de repente un fuerte olor a cigarrillo hace presencia anunciando así la llegada de Elsa Martínez a nuestra mesa; viene bajando por las escaleras de caracol una menuda mujer con el cabello corto y canoso, se acerca y nos ofrece algo para tomar y con elegancia y fluidez nos cuenta la historia de la ´Florida´, su historia.

Un catalán, un panadero, Arturo Calle y el inglés

La historia de este lugar inicia en 1936 cuando el catalán republicano, José Granés que llega de España huyendo del franquismo, funda ´Florida´ como un salón de té, y llega con una idea del chocolate Europeo de la época que era amargo y opuesto al que se tomaba en Bogotá, pero para suerte de la ´Florida´ llega Eduardo Martínez (padre de la actual dueña) convirtiéndose en el panadero mayor y quien crea la famosa receta del chocolate, en 1968 muere José Granés y los hijos de él deciden cederle la panadería a Martínez, hecho de gran generosidad que a pesar de los años Elsa Martínez aún no logra comprender.

Con la venta de la casa donde funcionaba la ´Florida´ llega a la historia de la emblemática pastelería, en 1977, un personaje admirado públicamente pero “Tenebroso para hacer negocios” como lo describe Elsa, el empresario Arturo Calle, él llega y compra esa casa permitiéndole a Eduardo Martínez que su pastelería siga funcionando; durante estos años la ´Florida´ fue el primer lugar donde se puso un aviso de neón en la calle real (carrera séptima) y día a día se hacía más famosa convirtiéndose en un punto de referencia para los Bogotanos

Arturo Calle nunca le pidió arriendo formalmente a Eduardo pero, según Elsa, él se estaba haciendo rico en parte a costa de su padre, así sucedió hasta que un día del año 2002 se la pide para la posterior transformación a un edifico moderno de mármol para qué funcione un punto de venta de la marca de ropa.

En esta época de gran tensión llega un inglés que le vende a Eduardo la actual casa donde funciona la ´Florida´ y aunque esta casa estaba en ruinas todos los hijos de Eduardo se dispusieron a remodelarla para poder hacer la reinauguración el 6 de agosto del mismo año, pero tristemente dos días antes de ésta, Eduardo Martínez muere, lo que impide reabrir las puertas del local hasta el 2 de septiembre; y desde ese momento la ´Florida´ no ha parado.

Lo que para Elsa resultó lo más interesante fue la cantidad y diversidad de gente que fue al entierro de Eduardo, desde personas de todas las clases sociales y todas las ocupaciones; desde ese momento se cuestionó aún más sobre quien era su padre en su totalidad.

En varias ocasiones el traslado de una sede a otra causó inseguridad y nostalgia por parte de los clientes, pero Elsa decía que la solución para esto era probar el chocolate y confirmar que seguía siendo el mismo. Elsa nunca se había dado cuenta de la importancia de la `Florida` hasta que a raíz del cambio de sede y la muerte de su papá iniciaron los reportajes y las entrevistas que hoy ya con usuales en la pastelería.

Aunque se cambie de ubicación, la esencia sigue siendo la misma, no se puede ignorar la importancia de un lugar que ha sido testigo mudo de las transformaciones de un país, “Aquí uno ha visto el dolor, lo que produce la guerra, las masacres, las barbaries pero también ha sido testigo del desarrollo del arte y la cultura; parece ver a Fanny Mikey entrando aquí después del desfile de inauguración del Festival de Teatro”.

La ´Florida´ ha sido testigo de todas las protestas sociales, de las luchas de mujeres y todos los grupos invisibilizados, en las huelgas, los paros y las pedradas siempre ha estado ahí.

Aunque la historia de la ´Florida´ haya sido marcada por los cuatro hombres, hoy es una mujer quien lo administra; la hija del panadero mayor, Elsa Martínez, a quien a sus 69 años, cuando sonríe, se pueden ver unas pronunciadas líneas de expresión, indicando que no le hizo falta risa en su juventud. Lo que inició como una entrevista por el lugar en el que estábamos ahora se tornaba más personal

“No tengo sino una nieta y una hija, nunca me quedó tiempo ni plata, pero ahora si tengo las facilidades económicas”, dice mientras suena la canción ´volveré´ de Wilfrido Vargas; claramente la ´Florida´ es una seguridad financiera, tiene una sobrina que viajó a Barcelona a hacer una maestría en cine y gracias a la pastelería tienen la facilidad de poderle decir “váyase, váyase que nosotras la mantenemos con el chocolate”.

Vestida con un saco de lana de colores azul índigo y blanco, muestra la personalidad sencilla y espontanea que suele ser común en las personas de su edad. “Una pregunta que no me han hecho pero que se la voy a responder: ¿Qué le preocupa del futuro con respecto al ´Florida’? La gente que vive atrapada en la caverna de Saramago, ese mundo de vidrio aséptico, donde no pasa nada, se encierra en esos lugares donde no hay inseguridad ni problemas. Pues eso al final va a generar que lugares como estos se vean abandonados, y como decía Hannah Arendt: ´”El olvido es la muerte”; entonces invito a los jóvenes, no a que vengan a ´Florida´ si no quieren pero que no se dejen atrapar en ese mundo de plástico y light”.

A ella no le gusta que le digan señora y mucho menos dama, “no me digan que soy decente, yo no soy decente ni tampoco que soy una dama, como me dijo un amigo — Elsa es una mujer de mochila— y es cierto porque a uno todos esos roles no le sirven para nada y no lo llevan a ninguna parte”. Su filosofía es verse cada día al espejo, no para contarse las arrugas sino para preguntarse ¿cómo viví hoy eso me hace sentir digna?

Los recuerdos

Con el sonido de fondo del choque de la vajilla y los suaves murmullos de los clientes, Elsa rememora todos los eventos que dieron lugar en estas paredes por las que está rodeada, y que son esas memorias las que la han construido a ella y a su pastelería.

Como muchos podrían pensar, en este lugar la dueña actual debería tener muchos buenos recuerdos de su niñez pero la realidad era muy distinta Elsa cuenta que: “Todos los momentos eran malos, nosotros éramos una familia de escasos recursos y ustedes no se imaginan lo que es vivir lleno de carencias y mirar estos pasteles, era como si entrara a un mundo de fantasía en el que quería probar todo pero mi padre me decía “no tengo plata”. Yo finalmente vivía frustrada”.

Sì hay buenos momentos con el señor Eduardo Martínez lo que más recuerda Elsa de su padre es que era “un feminista convencido con sus hijas, pero hasta ahí le llegaba el feminismo. Tenía clarísimo el problema de género y decía — a mi hijas las educo para que nadie me las vaya a fregar, ustedes no pueden ser unas mantenidas”; y algo que también recuerda con cariño es que con él aprendió a tomar trago, vino y whisky; conoció al tango y a Julio Jaramillo, “hoy cada vez que quiero pasar un buen rato me sirvo un whisky pongo a Jaramillo o a Olimpo Cárdenas”.

Libertad y rebeldía

Después de que un grupo de estudiantes parisinos se tomaran ´La Sorbona´ en París, un evento parecido ocurrió en Bogotá e inspirada por ideas de resistencia y revolución Elsa participó, “Yo tenía 18 años en mayo del 68 cuando con varias personas decidimos quedarnos en la plaza de Bolívar, todo muy normal hasta que llega mi papá y dice — Elsa quiero que nos vayamos los dos para la casa, una niña decente duerme en un casa”, Elsa que se sentía identificada y comprometida con la causa le responde que tal vez ella no sea una muchacha decente, él se va y pasan horas hasta que él “Vuelve con talegos llenos de pan para todos los que estaban ahí, gesto que me enterneció profundamente”.

Desde ahí la pregunta sobre la indecencia y la virginidad empiezan a rondar en la cabeza de Elsa, cae en cuenta del machismo en el que vivía y empieza a acercarse aún más a su padre, negocian y encuentran puntos en común en sus formas de pensar en política y hasta en la religión siendo ella agnóstica y èl católico, “Que él me dijera que no estaba de acuerdo en algunas cosas con la iglesia después de que era casi santo, era algo absolutamente increíble para mí”.

También a los 18 años conoció a Estanislao Zuleta y se volvió una amiga íntima, actualmente conoce a la primera y segunda esposa, María del Rosario y Yolanda. Ha pasado mucho tiempo desde el inició de esta amistad pero aún la recuerda mucho tanto por todo lo que aprendió con Zuleta como por “todas las tundas que me gané por volarme a Cali y a Medellín, yo salía el viernes por la noche y yo sabía que el domingo me iban a pegar pero no me importaba. Para mí él era un abanico de oberturas, era la literatura, la lingüística, la filosofía, el psicoanálisis; todo lo interesante, entonces valía la pena”.

“Yo siempre fui irreverente; las monjas me decían comunista“

Con los valores que Eduardo Martínez le inculcó a Elsa ella se volvió una persona sumamente estudiosa; primero estudió economía en la Universidad Externado de Colombia. “Cuando yo llego al Externado yo encuentro un ambiente donde era posible hacer muchas preguntas, nada era censurable, era un escenario de libertad en el que yo nunca había estado porque siempre había estudiado con monjas toda la vida, las odio”. Hizo una especialización también en economía en La Universidad Nacional de Colombia, un doctorado en ciencia política en Londres y trabajó durante 15 años como profesora de ciencia política también en la Universidad Nacional.

Martínez también duró muchos años estudiando las teorías del poder: “Fui una gran estudiosa de la teoría liberal, creo que hay que darle las gracias a Hinestrosa”, lo dice con tono irónico pues no tiene el mejor recuerdo del exrector de la universidad Externado de Colombia; en sus épocas de juventud y de libre pensamiento llegó a estar involucrada en situaciones que le significaron la expulsión de la institución.

Como por ejemplo al poco tiempo de que Rockefeller haya venido al país en el año 1969, por la calle 24, donde Elsa y sus amigos tomaban cerveza, “nosotros echamos piedra todo el día, acabamos con la universidad, efectivamente”. Pero al mes esta acción tuvo su consecuencia y Fernando Hinestrosa expulsa a Elsa y a 12 estudiantes más del plantel educativo, este problema se resuelve reintegrándolos seis meses después con matricula condicional y con unas condiciones no muy cercanas a la idea de libre pensador. “Él me dijo — Elsa ya no puedes hablar ni tener opiniones y no puedes hacer política”, finalmente Elsa Martínez no tuvo grado público sino graduación en la rectoría en sus blue jeans y con mochila al hombro.

La propiedad de los otros

Después de ser profesora en varias universidades del país jamás aceptó volver al Externado y ahora lo hará para hablar en un foro sobre las razones por las que Florida debería ser Patrimonio inmaterial urbano. Una de las razones es que la ´Florida´ no le pertenece solo a ella, es una institución porque está en el imaginario colectivo de la ciudad, construido a partir de relatos de vida y relatos psicóticos.

Al juntar todas esas experiencias de vida convierten a la Florida en un lugar, teniendo en cuenta que una cosa es un territorio, otra un espacio y otra un lugar. Un lugar es un espacio en un territorio que está cargado de recuerdos y de relatos, uno va a esos lugares de la ´Florida´ es como si y tuviera un espacio investido de recuerdos y estos tienen una significación este capital simbólico es el valor real

“Entre la cantidad de gente que viene hay la misma cantidad de relatos”

El espejo de rombos

Aquí es normal que alguien llegue a preguntar por elementos de la casa anterior. “Cuando yo le quise explicar a la señora que ese espejo que buscaba estaba en la otra sede, ella me calló y me dijo — Vea señora, usted no me va a venir a enseñar absolutamente nada del ´Florida´, mi vida ha transcurrido en esta mesa, en esta silla, al pie del espejo que a usted se le dio la gana de quitar — y desde ahí yo ya no vuelvo a aclarar nada, de que sí eso es o no es cierto”.

60 años de romance

“Hubo un aniversario de bodas de señores en sillas de ruedas que me emocionó mucho y ese día yo estaba en mi oficina porque habían alquilado todo el restaurante para 120 personas. Después me llaman a decir que la señora estaba llorando diciendo que se va, que porque este no es el ´Florida´, discutía con sus hijas que ¿por qué la habían engañado? Entonces yo atiné a darle chocolate para que supiera que era la verdadera ´Florida´. Ahí me empezó a contar el porqué de venir a celebrar 60 de años de casados acá; mejor dicho me contó una historia que si la supiera Corin Tellado, la vieja que escribe novelas rosas… siempre se hacían en mesas distintas pero se miraban mutuamente, hasta que un día después de cuatro meses de encontrarse casualmente y no hablarse, no habían mesas disponibles, por lo que él la invitó a su mesa y desde ahí se enamoraron”.

Hasta los muertos vienen acá

“Me llaman una vez desde EEUU a hacer una reservación con la especificación de poder hacer una, misa, entonces pregunté de que carácter era el evento a lo que los contestaron — Vamos a exhumar el cadáver de mi mamá y es porque ella por años en todas las fechas especiales iba a la ´Florida´ y ahora queremos reencontrarnos en la ´Florida´ en honor a ella.

El capital simbólico de la pastelería está fundado en todas las generaciones que la atravesaron, en Semana Santa vino un señor y me dijo — Venga doña Elsa es que yo los quiero felicitar, lo están haciendo muy bien — de un momento a otro cambia el tono y apunta con un dedo acusador — Pero mucho cuidado con lo que hacen, sobre este lugar hay muchos ojos, porque ni crean, esto no les pertenece a ustedes por completo.”

Todos estos hechos le hacen caer en cuenta a Elsa de que hay una posesión colectiva de muchos que reclaman el lugar, “Reclaman el estilo, la casa, los productos; los recuerdos”. Pero ese no es el único factor que la enorgullece “para mí es muy honroso decir que ´Florida´ es hoy un modelo de lo que el trabajo decente logra en este país“.

Las pasiones

Finalmente la historia vuelve a dar un giro a la vida personal de Elsa permitiéndonos saber quién es la persona que administra un lugar con tanto simbólico, “Me gusta la música, me gusta el cine y mi pasión ha sido la lectura” en parte porque sobrevivir (como ella lo llama) a La Nacional no era fácil, además es de ética estar actualizado en la academia, entonces por ese lado leyó mucha economía que le era indispensable.

“Uno no se puede morir sin haberse leído ciertas cosas”. Toda su vida se la ha pasado leyendo y hay varios autores que siempre han estado presentes, Dostoievski, Michel Foucault, Thomas Mann y Charles Baudelaire. Pero no solo ha leído, también ha escrito y en este momento mientras administra la ´Florida´ tiene proyectos de escritura alternos.

“Tengo muchas cosas en el escritorio que no he podido terminar estoy haciendo un libro de cartas a mi nieta, donde la nieta me pregunta ¿Abuela aborto o no aborto? ¿Hago el amor o no lo hago? ¿Qué diferencia hay ente ser mujer y ser niña? ¡Abue!, ¿Dios existe o no existe?”.

Lo que va después de la ´Florida´

Tiene una casa en la montaña pero

con un estilo citadino a la vez, no es en el campo pues ella no es de campo y no intenta ser quien no es, con todos los juguetes, tiene animales incluyendo hasta a un caballo, y con el pensamiento liberal que la caracteriza dice que uno de sus perros está viejo y enfermo por lo que le aplicará la eutanasia.

Pero después de que se acabe su tiempo en la ´Florida´ su casa en la montaña no es la única opción, sus amigos de toda la vida le propusieron irse a vivir todos juntos en una finca ubicada en Anapoima “Un bar completo, música, libros, gente que nos cuide, un buen cocinero; somos como 25 amigos de toda la vida y que en cambio que nos resulten llevando pa´un ancianato pues nosotros nos montamos uno bien jalado; yo digo que uno debe terminar como ha vivido, si uno ha tenido una vida chévere, lúdica, satisfactoria para que se va a volver la carga del hijo y a demás uno tiene una relación diferente, con los amigos ha compartido el trabajo, los afectos, la academia, la política; tiene con quien hablar cosas interesantes. Ahí está para que se copien el modelito”.

A medida que pasaba el tiempo e iba contando cosas más privadas, ella adoptaba una actitud aún más relajada, tanto como para decir a modo de consejo: “un buen libro, una copa de vino y un buen amante; eso es la felicidad.” Y como quien tiene tanto que contar no se pudo retirar sin antes dejarnos una enseñanza de vida: “terminamos hablando más de mi vida que de ´Florida”; la moraleja muchachas, hay que la vivir intensamente, hay que ser responsable pero ojo que detrás de esa responsabilidad no se esconda la cobardía”.

Sin que pudiéramos dar una gran despedida se retira dejándonos ahí, en medio de caras felices que muestran que toda la vida han venido a probar el característico chocolate, de abogados y quienes frecuentan los juzgados de la carrera séptima. En el fondo ahora sonaba jazz, una pieza que perfectamente podría ser parte de la película de Damien Chazelle, ´La La Land´.

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