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“Mi polo a tierra es la música y ser cantor de tango”

  • Daniela Correa
  • 21 nov 2017
  • 5 Min. de lectura

“El día que me quieras, la rosa que engalana, se vestirá de fiesta, con su mejor color. Y al viento las campanas, dirán que ya eres mía, y locas las fontanas, se contarán su amor”

Estos son los versos que interpreta Emiliano Rodríguez, un hombre argentino, cantor de tango de 38 años. Al mirarlo de lejos se parece a Carlos Gardel, vestido de paño y con un sombrero gris, acompañado de su guitarra y un pequeño escenario con el estuche de su instrumento, un bafle, el micrófono, una silla y una pequeña caja para las propinas. Deleita a decenas de personas con su grave y afinada voz, justo al costado derecho del Centro Cultural Gabriel García Márquez en la Carrera 5ta con calle 11.

Emiliano, como buen cantor de tangos y enamorado del centro de Bogotá, ha ido ganando reconocimiento en este sector de la capital desde hace tres años que llegó de Argentina. Actualmente canta en la Plaza de Bolívar, en la carrera Séptima, en restaurantes, en serenatas y otro tipo de eventos para los que lo llamen, está seguro que este trabajo, que aunque puede ser muy criticado y juzgado, le da la felicidad que nunca antes sintió, y cree que así musicaliza el día de los caminantes de Bogotá

Este músico es de la ciudad de La Plata, Buenos Aires, Argentina, canta desde hace 20 años, y desde niño su padre le enseñó a tocar la guitarra. En su adolescencia vio la necesidad de estudiar teoría musical, así que estuvo durante dos años en una escuela de Jazz y durante un año con un profesor en clases particulares de técnica vocal, “adapté algunas cosas que tenía volando, las bajé a las hojas”, dice, haciendo referencia a una expresión argentina.

Sin embargo, cuenta que desde muy temprana edad sus padres le incubaban aspiraciones a ser algo diferente a un músico. Cuando Emiliano empezó a ser independiente y surgieron preguntas en su interior, el dilema entre seguir lo que decían sus papás o su corazón aumentó, dejó que sus más profundos deseos eligieran…“Mi corazón decidió ser artista” y aunque nunca fue a la Universidad para estudiar una carrera formal de música; su convicción era tal que estaba seguro que con la música iba a llegar bien adelante, “y el día a día me da la razón”.

Los caminos de la vida no se equivocan

Emiliano vivió en La Plata con su esposa hasta 2014, pero por cosas de la vida y porque según él a veces el amor se acaba de un lado o de otro, decidió dedicarse a viajar. Quería conocer Suramérica para “cumplir el duelo porque fueron muchos años de amor”. Desde el primer día que se embarcó en ese viaje conoció a la mujer que le robó el corazón y que ahora es su esposa, Natalia, una ingeniera colombiana con quien compartió un asombroso viaje de cinco meses por todo el continente.

Juntos llegaron a Bogotá en diciembre de 2014 y para sobrevivir en esta nueva ciudad quiso hacer lo que mejor sabe: cantar tangos para transmitir emociones en su público.

Actualmente viven juntos en unión libre, Emiliano cree que el hecho de ser de distintos países no afecta en anda su relación, es más, dice que “la relación es cada día más hermosa con mi mujer”

¿Cómo es un día en la vida de un cantor de tangos?

Emiliano vive en Suba en el barrio Niza Antigua, se levanta a las 7am, le hace el desayuno a su esposa y se arregla, a las 9 am viene para el centro para llegar a las 10 am.

Él divide su día, así que hace dos horas de tango presentándose en restaurantes o en la calle. Si no lo contratan para alguna serenata en la noche, continua en la calle simplemente para cubrir sus expectativas monetarias de cada día. “A veces me pueden dar las 4 pm acá, o estar en la casa, y a veces me pueden dar las 8 de la noche y seguir cantando”. Llega a su casa usualmente a las 10 de la noche y se duerme máximo a medianoche. Lo único que lo detiene es la lluvia, pero ni siquiera eso puede quitarle sus ánimos de emocionar al público con su voz, hace lo posible por conseguir un restaurante en el cual pueda presentarse.

Usualmente descansa cada lunes y los fines de semana es cuando más trabaja, porque son los días de familia y ¿quién no disfrutaría de escuchar un tango en vivo? Dedica dos de sus días a ensayar con otro “pibe” en un dúo musical que crearon, y otros días va a jugar ping pong, o va al cine simplemente. Como último detalle, Emiliano también da clases de guitarra, no solo por lo económico que esto representa, si no que “así uno aprende, y no se le olvidan las cosas y como aplicarlas”.

“Ya no me duele la cabeza”

Este cantor de tangos le agradece a la vida poder ser su propio jefe, cuando vivía en Argentina trabajaba en algo diferente a la música y vivía muy estresado y debía responder a ciertas obligaciones que le imponía su empresa, ahora decide cómo maneja su tiempo y a que dedica sus días, afirma que “es muy saludable trabajar para uno mismo” pues está en armonía con su mundo, no hay preocupaciones imposibles de solucionar y es feliz cantando por el centro, según Emiliano, lo más importante es “no regalarle el tiempo a nadie.

“Colombia me dio la oportunidad de dedicarme únicamente a la música únicamente”

Emiliano Rodríguez llegó con 35 años a Bogotá, Colombia, y está muy agradecido porque este país y esta ciudad le permitieron cambiar su vida. Él le da mucho valor a que las personas de la calle se sienten a escucharlo y le encanta hacerlos sonreír. “Acá me tratan muy bien, ¿viste? Es que el tango llega a todos los sectores y clases de la sociedad”. Al preguntarle qué es lo más gratificante de su trabajo, afirma que sin duda alguna son los aplausos, son el motor de todo artista.

Sin embargo, ha tenido malas experiencias, por ejemplo, otro artista se ha ubicado muy cerca solo para opacarlo, o le han robado parte de sus ganancias, o se llevan todo lo que ganó, o incluso la policía lo ha sacado de algunos lugares. “Yo prefiero evitar todo tipo de problemas y no caer en el error de agredir a nadie y menos a las autoridades”.

Recordemos que Emiliano es de La Plata, la capital de la provincia de Buenos Aires, el hace una relación entre los capitalinos de Bogotá y los provincianos de todos los países. Acepta que los bogotanos son personas muy frías, toscas y reservadas, a diferencia del campo donde la gente te trata súper diferente; “yo he visitado Armenia, Salento, Cali, el Caribe, Villa de Leyva, Villavicencio, y todos son lugares hermosos con gente muy amable”.

Finalmente, a este hombre que le hubiera gustado ser músico dedicado al bandoneón o futbolista, le sobran las palabras de agradecimiento con el centro de Bogotá que tanto le ha a portado a su vida tanto profesional como emocional. Está seguro de que nació para ser cantor de tangos y eso es algo que por ahora no planea abandonar.

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